La Gran Hambruna, The Great Famine, An Gorta Mor, llamémosla como queramos, no fue la primera en Irlanda, pero fue con gran diferencia la más dura, cruel, persistente y extendida. Las condiciones de miles de pequeños granjeros y sus familias llevaban muchas años siendo precarias. Estando así las cosas, era fácil prever el gran desastre que se avecinaba.
La patata fue llevada a Irlanda a finales del siglo XVI y su popularidad aumentó a gran velocidad debido a que encajaba a la perfección con el clima de Irlanda, aparte de que sus cosechas eran abundantes.
Un hongo llamado Phythphthora Infestans apareció en 1845, aunque ya había sido detectado con anterioridad en USA y Canadá. Casi la mitad de la cosecha de aquel año se infectó y, al siguiente, ocurrió lo mismo con toda la producción. El efecto fue catastrófico para las personas que dependían por completo del tubérculo.
Las casas de acogida, ya de por sí al borde de la saturación, fueron incapaces de dar abasto y mucha gente que se encontraba a sus puertas pidiendo ayuda fue expulsada. Algunos comités de ayuda empezaron a organizar cocinas en las que se dispensaba sopa. Otras organizaciones, en cambio, exigían la conversión al protestantismo antes de entregar cualquier tipo de ayuda. Así, los católicos que abandonaron su fe y se convirtieron al protestantismo en el siglo XIX recibieron el apelativo de ‘los que tomaron sopa’, incluso aunque la conversión no tuviese relación alguna con la hambruna.
El gobierno de turno, que no creía en la idea de dar nada a cambio de nada, estableció un esquema de trabajos sociales a cambio de las ayudas. Así, se pudo ver a hombres, mujeres y niños construyendo carreteras y en otro tipo de obras. Sigue leyendo