Archivo de la categoría: Islas de Irlanda

La música en Blasket


Aprovechando la emisión de una serie de documentales (Ceol na nOileán) de la televisión pública irlandesa por su canal TG4, que tratan sobre la música en las diferentes islas que jalonan la costa del país, os dejo aquí el capítulo que habla de la música en BLASKET, subtitulado en castellano. ¡Que lo disfrutéis!

The Islandman, de Tomás Ó Criomhthain


Así comienza la autobiografía de Tomás Ó Criomhthain, un hombre nacido en la Isla de Blasket, terminada de escribir en 1923 y publicada en 1929:

Vine al mundo el día de Santo Tomás del año 1856. Puedo recordar estar mamando del pecho de mi madre, pues no me destetó hasta cumplir los cuatro años. Llegué con ‘el humo de las velas’, el último de la camada. Esa es la razón por lo que me dejaron tanto tiempo colgado del pecho. También fui un niño consentido.

Cuatro hermanas tuve, y cada una de ellas me endulzaba la boca con sus dulzuras. Me trataban como a un polluelo en el nido. Maura Donel, Kate Donel, Eileen Donel y Nora Donel, esos eran sus nombres. Mi hermano era Pats Donel, y yo soy Tomás Donel. Maura aún reside en la isla, dos de ellas aún siguen vivas en América y Pats no está muerto aún. Kate falleció a los tres meses de jubilarse. Esos componíamos el ramo. Ya estaban creciditos cuando yo aún era un bebé, así que no resulta muy extraño que me malcriara entre ellos. Nadie me esperaba cuando aparecí en su camino.

Mi padre era un hombre de constitución media, robusto y fuerte. Mi madre era una mujer bien formada, tan alta como un  policía, fuerte, vigorosa y jovial, con un pelo brillante y resplandeciente. Pero cuando aún mamaba de ella, la fuerza que tenía su leche era más bien escasa, y además, yo era ‘la ternera de una vieja vaca’, nada fácil de educar.  Por todo ello, la villana muerte se llevó a más de un joven rufián y me dejó para el final. Supongo que pensaba que no le merecía la pena quitarme de en medio. Me hacía más fuerte día a día y campaba a mis anchas siempre que quería; simplemente no me perdían de vista para comprobar que no me acercaba al mar. Solía vestir unas enaguas de lana sin tratar, y un gorro de punto. Y la comida que recibía eran huevos de gallina, pedazos de mantequilla y algo de pescado, lapas y bígaros -un poco de todo del mar y la tierra.

Nos apretábamos en una pequeña casa, con un tejado compuesto de juncos de la colina. A menudo las gallinas construían sus nidos sobre la paja y allí ponían una docena de huevos. Teníamos una cama en la esquina y dos al fondo de la casa. Solía haber dos vacas dentro de casa, las gallinas con sus huevos, un asno, y nosotros. Nuestra casa estaba al revés: es decir, la puerta estaba orientada al norte -todas las demás daban al sur.

Había otra casa justo en frente, con la puerta hacia nosotros, y las dos familias charlábamos todos los días. La mujer de esa casa se pasaba todo el día entrando y saliendo de la nuestra…

The Islandman, Tomas O’Crohan (Tomás Ó Criomhthain), Oxford University Press 2000

Mi último viaje a Inish


He terminado la lectura de ’20 años creciendo’, una autobiografía de los primeros 25 años de vida de Muiris Ó Súilleabháin, principalmente en la isla de Gran Blasket. Constituye, junto con otras dos obras de otros autores de la isla, un documento muy valioso para conocer la vida y costumbres de este remoto lugar de Irlanda, que durante años se mantuvo bastante aislado del mundo, conservando así una forma de vida totalmente distinta al resto de Irlanda.

El libro fue escrito en irlandés y traducido posteriormente al inglés. No tengo conocimiento de más traducciones. He traducido uno de los episodios, concretamente el que más sensaciones ha despertado en mí según lo leía. Espero que os guste.

Mi último viaje a Inish

«Veinte años creciendo», una historia de la Great Blasket


He comenzado la lectura de un libro que adquirí en mi último viaje a Irlanda. Se trata de una obra titulada Fiche Bliain ag Fás (Veinte años creciendo), escrito en gaélico y traducida solo al inglés (creo), idioma en que está escrita la edición que tengo ante mis ojos. Su autor, Muiris Ó Súilleabháin, Maurice O’Sullivan, nació en la isla de Gran Blasket, al suroeste de Irlanda, en 1904, y en 1933 publicó esta obra, que en principio no estaba destinada al gran público, sino que servía a su propio deleite y el de sus más allegados. Afortunadamente, algunos amigos le convencieron para que fuese publicada, legándonos así un valioso documento de sus años de juventud, primero en la Gran Blasket y luego en Dublín, a donde se dirigió para ingresar en la ‘Civic Guard’, la nueva policía irlandesa, así como del modo de vida del lugar, de la forma de ser de sus habitantes, en definitiva, de una manera de entender la vida que pertenece al pasado.

No he empezado aún la obra en sí, estaba leyendo el prefacio de los dos traductores (1933) y un épilogo al prefacio de uno de ellos (1951) que me ha estremecido. Me he visto obligado a detenerme, a traducir esta postdata previa (que vivan las paradojas) y a compartirla aquí. Dice así:

El lector preguntará qué le ocurrió al autor tras el final de su historia. La labor de hacer cumplir la ley no le resultaba agradable. Tras la publicación del libro, abandonó la Guardia Cívica, se construyó una casa, se casó y se asentó junto a los campesinos de Connemara. Allí vivió feliz hasta que se ahogó en 1950, dejando tras de sí viuda, un hijo y una hija.

Su anfitriona en Dublín, una de los dos traductores, también ha fallecido. En los que respecta a la isla de Blasket, todos los ancianos que aparecen en la historia han dejado el mundo; la escuela se cerró hace muchos años; y el pueblo se encuentra en ruinas. Se ha reducido la población a cinco hogares, compuestos por 21 personas, con sólo un niño. La tierra firme se ve devastada de igual manera. Casi todos los jóvenes han emigrado. Todo parece indicar que el destino de este esquina de Irlanda es volverse igual de desolada que algunas partes de las Tierras Altas de Escocia.

Y aún así se puede dudar de que este sea su destino. Es probable que la progresiva parálisis de la despoblación y decadencia  sea superada por otros cambios que ya están extendiéndose por todo el mundo; y en ese caso, de entre el infinito sufrimiento que supone la diáspora de esta excelente gente, resurgirá una nueva Irlanda, que se abastacerá de sus exiliados y su progenie que regrese de ultramar.

Cuando conoces la historia de estas Islas de Blasket, magníficamente presentada en el Ionad an Bhlascaoid Mhóir (centro de interpretación de la Gran Blasket) en Dunquin (Co. Kerry), estas palabras alcanzan su máximo poder evocador, y te llegan a lo más profundo del alma. El libro que espero comenzar a leer en cuanto los ojos recuperen la nitidez necesaria es parte de su historia, una historia que espero me lleve en algún momento a esta isla, donde ya no habita nadie. Pero los vestigios siguen ahí, sobre ella y en los corazones de quienes siguen viéndola como su hogar.

Sue Redican


Las islas Blasket, situadas en la costa oeste del condado de Kerry, han estado habitadas desde tiempos inmmemoriales hasta 1953, año en el que el gobierno decidió que era insostenible seguir residiendo en la última de ellas que seguía habitada, la Gran Blasket y que no podían garantizar la seguridad ni los servicios básicos de sus 22 habitantes. En guías, páginas webs, reportajes se puede leer este dato: las islas Blasket están deshabitadas. ¿O no?

Sue Redican, una galesa de 50 años, reside en la Gran Blasket, de abril a octubre, todos los años desde hace 23. Trabaja tejiendo y vendiendo sus productos a los turistas que desembarcan en ‘su’ isla. Tiñe la lana empleando materiales naturales, plantas, flores… No dispone de electricidad ni de línea telefónica. Vive en su cottage, con un móvil, una cocina de gas y una lámpara. Y tan ricamente, más feliz que una perdiz.

Claro que tiene sus inconvenientes, como el accidente que sufrió hace un año, cuando regresaba de visitar a alguno de los otros habitantes de temporada de la isla. Un mal paso y se rompió el tobillo, teniendo que ingeniárselas para llegar a su morada a rastras y avisar a la guardia costera de Valentia, que luchó durante 10 horas desde que recibió la llamada a las 3.40 am hasta que consiguieron alcanzar el cottage de Sue.

Sue disfruta de su estancia en la isla y la abandona cada octubre con tristeza, soñando ya con alcanzar el siguiente mes de abril. ¡Qué envidia, Sue!