La iglesia católica reconoce a tres santos llamados Valentín. El primero de ellos, un sacerdote romano martirizado en el año 269 o 270 bajo el mandato del emperador Claudio II. El segundo, un obispo de Terni martirizado en ese mismo siglo. Del tercero poco se sabe, aparte de que murió en África.
Una leyenda cuenta que Valentín era un sacerdote en la Roma del siglo III. Cuando el Emperador Claudio II decidió que los hombres solteros eran mejores soldados, prohibió los matrimonios a los hombres jóvenes. Valentín, considerando esta ley una injusticia, desafió al emperador y continuó oficiando matrimonios en secreto. Cuando fue descubierto, Claudio ordenó su muerte.
Otra historia sugiere que Valentín pudo ser martirizado por intentar ayudar a los cristianos a escapar de las cárceles romanas.
Y una tercera historia dice que fue el propio santo quien envió la primera ‘tarjeta’. Según esta historia, se enamoró de la hija del carcelero mientras se encontraba preso y le envió un mensaje de amor.
La razón de que el día de San Valentín se celebre el 14 de febrero también tiene diferentes teorías. En tal día era costumbre que los amantes intercambiasen mensajes de amor. No está claro por qué se nombró a este santo patrón de los enamorados, pero se ha apuntado que puede existir una conexión con la festividad pagana romana de Lupercalia. Durante este festival, que se celebraba a mediados de febrero, los chicos y chicas jóvenes escogían pareja.
También se dice que en este día los pájaros se apareaban. La flor del azafrán comienza a florecer en febrero y se la llama la flor de San Valentín.

Fuera de Irlanda es poco conocido que la iglesia carmelita de Whitefriar Street afirma tener los restos de San Valentín. Los carmelitas llegaron a Irlanda en 1271. Parece ser que en 1835, un carmelita de la iglesia de Whitefriar Street, John Spratt, visitó Roma. El Papa Gregorio XVI decidió premiarlo por sus dotes como predicador regalándole el cuerpo de San Valentín, que se encontraba enterrado, dicen, en el cementerio de San Hipólito, en la Vía Tiburtina de Roma. Los restos del santo llegaron a Dublín en 1836 y, desde entonces, se le ha venerado en esta iglesia situada entre Aungier Street y Wexford Street, a escasos minutos de Stephen’s Green.

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