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Ante las tumbas de Tomás Ó Criomhthain y Peig Sayers


En mi reciente viaje a la península de Dingle, lo primero que hice fue localizar y visitar las tumbas de dos de las personas más conocidas y recordadas en relación a las Islas Blasket. En varias ocasiones he hablado de ellos en este blog. Se trata de Tomás Ó Criomhthain (autor de El Isleño y Diálogos de la Isla) y de Peig Sayers (autora de Peig y Reflexiones de una Anciana).

La tumba de Tomás Ó Criomhthain se encuentra en el cementerio viejo. Es un lugar abandonado, en el que la única tumba algo cuidada es la suya. Y es un lugar en el que hay que andar con cuidado, pues el terreno es poco estable.

La inscripción en gaélico, si no me equivoco, dice:

«No volverá a haber otros como nosotros«. El isleño.
«La bendición de Dios sobre su alma»

Tras los momentos iniciales, en que me quedé de piedra frente a la tumba, como si estuviese en trance, incapaz de pensar o sentir nada, repentinamente me sentí abrumado por pensamientos, recuerdos, sentimientos, algo indescriptible. Solo pude relajarme después de llorar.

«Tu lápida atestigua que dejaste este mundo de penurias en 1937. Hace mucho tiempo de eso, muchas tormentas se han desatado, el mar se ha encrespado y ha rugido, la Isla quedó desierta. Y, sin embargo, aquí, frente a tu tumba, consciente de que tus huesos reposan eternamente bajo la hierba, sabedor de que encontraste la paz eterna, he llorado como si fueses un pariente mío, un amigo perdido. Jamás te conocí pero creo que algo te conozco. Por eso he sentido el vuelco del corazón al ver tu lápida. Tú que me enseñaste la vida en tu isla yaces frente a mí. No me cuesta imaginar el día en que trajeron tu cuerpo inerte, la procesión de canoas desde la Isla, acompañado tu ataúd por tus familiares, tus amigos, tus vecinos. Puedo verlos subiendo los acantilados de Dún Chaoin, portando el ataúd, sencillo, con tu cadáver dentro, aquel cuerpo sobre el que velaron , compartiendo cerveza, tabaco y, sobre todo, historias, leyendas, recuerdos…

Ahora, todo ese legado pervive en parte gracias a ti, Tomás. Por eso, pese a no ser creyente, no puedo negarme a orar frente a tu tumba, como sé que a ti te hubiera gustado. Descansa en paz, amigo.»

La tumba de Peig Sayers se encuentra en el nuevo cementerio, mucho más cuidado y ordenado, junto a la carretera principal. En la misma tumba reposan los restos de su hijo Micheal Ó Gaoithin, considerado el último poeta de las Blasket.

Peig Mhór, Big Peig, Peig la Grande. Una mujer fuerte nacida en tierra firme, que se marchó a la Isla tras casarse con un chico al que no conocía, algo normal en aquella zona, en la que los esposorios se acordaban entre las familias en época de carnaval.

El cementerio está ligeramente inclinado hacia el mar, mostrando la querencia de quienes en él reposan. Y la Blasket allí debajo, a la vista, eterna.

«Una tumba como las demás, sin nada especial. La Isla frente a vosotros, esa Isla que dejasteis pero que siempre llevasteis dentro de vosotros. Hoy es un día soleado pero el viento es frío. Me estremezco, pero no sé a ciencia cierta la causa. Se aproximan nubes de lluvia por el Monte Eagle. Lluvia, tormentas, esos fenómenos tan conocidos para los isleños. Esos elementos que, no obstante, no pudieron con vosotros. Solo la edad y la emigración pudieron más que vuestro amor por vuestra tierra. Os fuisteis, la isla finalmente quedó deshabitada, pero siempre estuvo en vuestra alma. Micheal lo sabía muy bien.»

Ian Gibson


Reproduzco un artículo de Juan Cruz publicado en la edición de El País de hoy.

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Ian Gibson llegó a España, para quedarse, a mediados de los años setenta, obligado por su amor a Lorca, que ya era, también, su amor a España. Dejaba atrás, como Galdós dejó a Canarias, el aire disociador de su patria, la que había dado a gente como Joyce, Beckett y Bacon, y se asentaba aquí, provisto entonces de unas cuantas mantas que eran todo su tesoro. Dejó las mantas en casa de un amigo y se puso a buscarse la vida, escribiendo.

Hizo de todo; jamás vendió la piel de Irlanda, pero aquí estaba, el irlandés Gibson era el español Ian, o Juan, como le llaman sus amigos de Granada, donde rebuscó, con un afán patriótico y sentimental (sentimental por patriótico) lo que queda en la memoria (y en la vida) de su adorado Federico García Lorca.

A Lorca, y a otros amigos de la generación del 27 (Buñuel, Dalí), ha dedicado lo más importante de sus esfuerzos intelectuales. Como un hispanista responsable y hondo, metido, además, en todos los conflictos civiles que sacan a la calle a sus compatriotas de acá.

Ahora sus parientes de allá, los irlandeses, lo acaban de nombrar miembro de la Royal Academy. Para Gibson esto es un regalo muy especial. Lo explica: «Que hayan reconocido mi obra de hispanista me llena de satisfacción y me proporciona un estímulo para seguir al pie del cañón».

La Royal Academy fue fundada en el siglo XVII, y por eso sigue siendo Royal en la República, y tiene el prestigio que sostiene la literatura irlandesa, que ha dado a la historia figuras inolvidables de la mente y de la escritura. Ahora tiene aquí el reconocimiento (y la reticencia, este es un país muy esquivo, ya lo saben, y lo sabe él) y tiene allí el honor.

«Siempre he considerado», dice Gibson desde su ático en Lavapiés («mi patria es Lavapiés»), «que España e Irlanda tienen algo así como una relación umbilical, quizá por el sustrato celta (al fin y al cabo los celtas no solo estuvieron en Galicia sino desparramados por la Península Ibérica). ¡Este nombramiento casi me lo confirma! Y recuerdo que decía Eamon de Valera, presidente de Irlanda de origen murciano, que ambos idiomas, el celta y el castellano, comparten los verbos ser y estar (´is`y ´tá`, en celta, si no me equivoco), lo que no se puede decir de las otras lenguas procedentes del latín».

O sea, añade Juan, o Ian, «que Irlanda es España sin sol y por ello los irlandeses añoran tanto el sur». Así que ahí está, irlandés de Dublín y español de Lavapiés, «contentísimo y lleno de gratitud hacia quienes, en España, han hecho posible esta obra que ahora premian mis hermanos irlandeses»

Trabajo sobre las Blasket


Después de leer varios libros, indagar en internet, traducir documentos… por fin he terminado un breve trabajo sobre la historia, vida y literatura de estas pequeñas islas, un trozo de tierra desgajado de la costa suroeste de Irlanda.

Pese a la humildad y modestia de mi aproximación, estoy muy orgulloso del resultado. Poco se ha escrito en castellano sobre este lugar que encierra, tras su estado de ruina FISICA actual, un tesoro que no podemos olvidar de ninguna manera.

Una pequeña contribución, modesta, por mi parte. Ojalá personas mejor preparadas que yo algún día se pongan manos a la obra y reflejen en nuestra lengua tantas y tantas cosas que siguen semiescondidas…

Aproximación a las islas Blasket

Sue Redican


Las islas Blasket, situadas en la costa oeste del condado de Kerry, han estado habitadas desde tiempos inmmemoriales hasta 1953, año en el que el gobierno decidió que era insostenible seguir residiendo en la última de ellas que seguía habitada, la Gran Blasket y que no podían garantizar la seguridad ni los servicios básicos de sus 22 habitantes. En guías, páginas webs, reportajes se puede leer este dato: las islas Blasket están deshabitadas. ¿O no?

Sue Redican, una galesa de 50 años, reside en la Gran Blasket, de abril a octubre, todos los años desde hace 23. Trabaja tejiendo y vendiendo sus productos a los turistas que desembarcan en ‘su’ isla. Tiñe la lana empleando materiales naturales, plantas, flores… No dispone de electricidad ni de línea telefónica. Vive en su cottage, con un móvil, una cocina de gas y una lámpara. Y tan ricamente, más feliz que una perdiz.

Claro que tiene sus inconvenientes, como el accidente que sufrió hace un año, cuando regresaba de visitar a alguno de los otros habitantes de temporada de la isla. Un mal paso y se rompió el tobillo, teniendo que ingeniárselas para llegar a su morada a rastras y avisar a la guardia costera de Valentia, que luchó durante 10 horas desde que recibió la llamada a las 3.40 am hasta que consiguieron alcanzar el cottage de Sue.

Sue disfruta de su estancia en la isla y la abandona cada octubre con tristeza, soñando ya con alcanzar el siguiente mes de abril. ¡Qué envidia, Sue!

The very best of Enya


Una de las grandes de la música new age y gran impulsora de este estilo está de recopilatorio. Se trata de Eithne Patricia Ní Bhraonáín, más conocida como Enya y que publica su nuevo álbum The very Best. Se trata de un CD que contiene los grandes éxitos de la irlandesa.

Orinoco flow, Anywhere is, Caribbean blue, Book of days o Amarantine son canciones que están en la mente de todos los amantes de la música new age y que aparecen en este recopilatorio. Además habrá una versión inédita de Aniron, de la BSO de El señor de los anillos. Tampoco que hay que olvidar que Enya participó en el repertorio de sencillos del videojuego Final Fantasy IV con Celtic Moon.Los comienzos músicales de Enya (17 de mayo de 1961, Donegal, Irlanda) se remontan a 1980, cuando se unió al grupo Clannad, compuesto por gente de su familia. Sin embargo, tenía ansias de ir por libre y comenzó su carrera en solitario cinco años después con The Frog Prince. Pronto le llegó el éxito con Watermark (1988) con el que consiguió reconocimiento de internacional gracias a su amplio registro de voz.

Su relevancia también vino por ser una innovadora de la música new age introduciendo melodías folk, fondos de sintetizador y reverberaciones mixtas. En cuanto a las letras, es famosa por haber cantado en diez idiomas diferentes a lo largo de su carrera, siendo las más usadas el gaélico, inglés y, en menor medida, el latín y el español.

A principios del año 2000 conseguía el punto álgido de su carrera musical con el disco A Day Without Rain, con el que consiguió vender la tremenda cifra de 16 millones de álbumes. No es de extrañar que fuera la solista con más cd vendidos.

Reconocimiento en Irlanda.

A día de hoy no sólo es la cantante irlandesa que en solitario ha vendido más discos sino que es la segunda artistas del país que más disco vende en el extranjero, sólo por detrás del grupo U2. Las ventas totales de sus álbumes alcanzaron a finales del año pasado los 85 millones de unidades.

Protege su vida privada

Enya ha vendido millones de discos pero nunca su privada. Es muy introvertida y separa lo personal de lo profesional. Como anécdota cabe destacar que gasta gasta 250.000 euros al año en medios de seguridad para su lugar de residencia, el Castillo Manderley de Dublín.

Todos sus discos

– The Frog Prince (1985). Banda Sonora para la película homónima, Mayoritariamente compuesto por ella pero sólo canta dos canciones.
– Enya (1987)
– Watermark (1988)
– Shepherd Moons (1991)
– The Celtics (1992)
– The Memory of Trees (1995)
– Paint the Sky with Stars: The Best of Enya (1997)
– A Day without Rain (2000)
– Amarantine (2005)
– And Winter Came (2008)
– The Very Best Vol. 2 (2009)

Fuente: eldiarioexterior.com