El domingo amaneció bastante lluvioso y no teníamos muy claro a dónde ir con este tiempo (nos habíamos acostumbrado mal al buen tiempo hasta entonces). Cogimos el coche y volvimos a Ennis a dar una vuelta, pero vimos que la ciudad estaba medio ‘muerta’, así que decidimos acercarnos a Dromore Wood, una reserva natural que tiene algunas rutas y lo poco que queda del castillo de O’Brien.
Después de la caminata y algo mojados, optamos por volver a casa y encaminarnos, una vez más, pero sin cansarnos nunca, a los Pollock Holes y los Cliffs del sur de Kilkee.
El lunes amaneció soleado y, con pesar, sentíamos la cercanía de la vuelta a casa, así que optamos por caminar hacia el norte de Kilkee, donde también hay acantilados vertiginosos.
Por la noche, me tomé unas pintas de Guinness para ahogar las penas. El martes nos levantamos y, sin tiempo para más, nos despedimos de Michael y Bridie, y carretera y manta. Fin de la historia.
Haciendo balance de la semana, me quedo con los paisajes abruptos de las proximidades de Kilkee. Los Cliffs of Moher se llevan la fama (y los 8€ del parking), pero los de Kilkee, aunque algo más modestos, inspiran sensaciones parecidas. A partir de ahora habrá que dedicar las energías a la planificación del próximo viaje, teniendo ya en mente el condado de Donegal.