Archivo diario: 8 de febrero de 2012

«Hombres de Aran» en español, Blasket en español, Kilkelly en español…


Se me acumula el trabajo últimamente. Igual pretendo abarcar demasiado, puede ser. Pero seguiré al pie del cañón.

Por un lado, las Islas Blasket me han hechizado, por lo que gran parte del tiempo libre que tengo lo ocupo leyendo cualquier cosa que cae en mis manos sobre ellas e indagando por internet. Hay poca documentación interesante en castellano, por lo que intento traducir algunas cosillas. Podéis encontrar en este blog todo lo que vaya encontrando buscando en la nube de temas, Islas Blasket. Ojalá tuviese más tiempo.

Por otro lado, tengo pendiente la traducción de 17 de las 20 cartas de Kilkelly. No las he olvidado. Según parece hay algunas personas interesadas en este episodio de la historia a pie de calle de Irlanda.

Y para acabar, viendo que resulta una ardua tarea encontrar la película ‘Hombres de Aran’ en castellano (antes era más fácil, deben haber eliminado el vídeo), os dejo un enlace para que la podáis descargar en un solo archivo AVI de 640 MB (cabe en un CD). La palabra clave que pide la descarga es «fertxu». Este es el enlace:  http://www.gigasize.com/get/jjy681fjlrc

Y para acabar, reproduzco un artículo sobre la película aparecido en el diario digital El País en 1985:

Incomprendido por los comerciantes, poco apoyado por las instituciones oficiales, pero siempre dispuesto a continuar su trabajo, Robert J. Flaherty, director de Hombre de Arán, está considerado como uno de los grandes maestros del género documental. «Tiene una fe casi mística en la capacidad de la cámara», dijo de él John Grierson, otro grande del género, «con la cámara vé más allá de los ojos humanos, llega hasta las cualidades interiores del hombre».

Hombres de Arán data de 1933. Ya para entonces Flaherty había filmado algunas de sus películas clave y hoy piezas esenciales en la historia del cine (Nanuck, el esquimal; Moana; Tabú … ) con un rigor extraordinario, poco corriente incluso en aquel escrupuloso tratamiento del género.

Para este filme, («uno de los máximos documentales de la historia del cine», en opinión del historiador español Manuel Villegas) el director vivió durante más de un año en una de las islas del archipiélago de Arán, al oeste de Irlanda, observando la vida de sus habitantes mientras improvisaba los medios técnicos que le serían necesarios para la posterior filmación: «como no había luz eléctrica, Flaherty, su esposa y su hermano instalaron un laboratorio portátil y una pequeña sala de proyección, produciendo la corriente con un motor de gasolina. Y registraron el sonido en disco, asi como los temas folclóricos para componer la música», lo que al citado historiador le confirma que «el filme está realizado con la mayor autenticidad, a costa de todas las dificultades y con los procedimientos personales de Flaherty, tan cercanos a la artesanía y a los del aficionado. Sin embargo, pocas veces el cinema ha logrado una obra tan extraordinaria, por completo conseguida en todos sus puntos».

Este peculiar cineasta, que falleció en 1951, comulgó con el rechazo a toda civilización que había sensibilizado a numerosos intelectuales norteamericanos. Buscador de minas en su primera profesión, Flaherty apoyaba la creencia de que «la naturaleza se lo da todo al hombre».En los primeros años veinte, el documental, especialmente el soviético, había abierto al cine un campo insospechado. A través de la pantalla podían conocerse realmente los acontecimientos que sucedían en otros confines del mundo. Tardó poco en decidirse. Fueron los productores o las empresas a las que solicitó ayuda las que demoraron su trabajo. De no haber sido así, en lugar de la breve filmografía que nos ha dejado, Flaherty hubiera podido realizar todos sus sueños.Hombres de Arán fue más tarde imitada por otros cineastas. Recientemente veíamos en televisión La isla desnuda, de Kaneto Shindo, claramente inspirada en el trabajo de Flaherty pero, sin duda, con menor creatividad. Dividida también en cuatro apartados, Hombres de Arán tiene, fundamentalmente en los primeros momentos, una fuerza narrativa que, a pesar del tiempo, aún puede sobrecoger. La dura vida de esa familia de pescadores en la que la madre y el niño son claros protagonistas (Flaherty tenía diversos proyectos de películas interpretadas por niños) está contemplada desde la sensibilidad de un poeta, pero también desde hechos ciertos, cotidianos.

En tal sentido, tuvo problemas el director para convencer a quienes serían sus intérpretes: desconfiaba la familia de pescadores de aquellos extraños forasteros a quienes confundían con un grupo de misioneros protestantes encubiertos. Eran aún escasas las proyecciones cinematográficas en aquellas islas y las razones que argüía Flaherty no parecían de este mundo. En la película se refleja claramente esa actitud: «una concepción casi matriarcal de la existencia primitiva y biológica, donde el hombre ha de salir a dar la batalla a la naturaleza y la mujer está encargada de mantener la vida misma, en la casa, con el fuego, la lámpara, los animales, los hijos, incluso la tierra que hay que sembrar… Todo ello está dado en la película al trasluz de los hechos puros y directos.

Claudio Guerin relacionaba Hombres de Arán con La terra trema y Las Hurdes: «recordando estos filmes, es inevitable pensar que el plano poético no excluye la dimensión crítica».